NI UN CÉNTIMO, NI UN SOLDADO PARA LAS GUERRAS DEL CAPITAL
Hace ochenta años el final de la inmensa carnicería de la Segunda Guerra Mundial no interrumpió la serie de guerras imperialistas. Una sucesión ininterrumpida de conflictos sembró de muerte y destrucción todos los continentes. A las guerras más sangrientas que han asolado países asiáticos como Vietnam, Afganistán y Oriente Medio (Irak, Irán, Palestina), hay que añadir las innumerables «guerras olvidadas» de África y Sudamérica. En estos ochenta años, en el mundo dominado por el capital, ni un solo día ha callado el cañón, ni un solo día se ha abstenido la guadaña mortífera del dominio burgués de cosechar nuevas víctimas entre el proletariado.
Incluso el continente europeo, que según la falsa narrativa de la propaganda burguesa vive supuestamente el período de paz más largo de su historia, se ha visto afectado por dos terribles conflictos en los Balcanes y hoy en Ucrania que se han cobrado cientos de miles de víctimas. Nunca antes multitudes de proletarios habían caído en frentes de guerra opuestos, muerto bajo las bombas en las ciudades o se habían visto obligados a la dolorosa condición de refugiados.
La mayoría de estos conflictos, lo mismo que en la actual fase imperialista, fueron guerras de poder por el robo de recursos minerales y energéticos o por el control de las rutas comerciales. En tales contiendas, lo que estaba en juego era establecer el papel hegemónico de uno de los grandes bloques imperiales en lucha.
La propaganda de guerra, el chovinismo burgués y el belicismo de los gobernantes de turno ha conseguido enrolar al proletariado y convencerlo de combatir y morir por “causas justas” como la democracia, la soberanía violada, los intereses nacionales…La ideología burguesa ha sembrado generosamente el virus del “partisanismo”, de la “patria agredida”.
Los proletarios no tienen patria
Los proletarios no pagarán la crisis económica que atenaza al sistema capitalista y que con regular frecuencia debe recurrir a la destrucción sistemática de mercancías, de capital y de fuerza de trabajo, en un intento de ofrecer un baño de juventud a esta decrépita organización social, para deshacer el fatal pronóstico que nuestra corriente política de marxismo revolucionario viene pronunciando sobre ella desde hace más de siglo y medio.
El capitalismo nunca podrá deshacer la tendencia histórica de la caída de la tasa media de ganancia que se hace sentir puntualmente en forma de crisis sistémica en el vértice de cada ciclo de acumulación de capital. La burguesía encuentra así en la guerra la cura draconiana para intentar reanimar una organización social ya putrefacta y permitir que el capital recupere su capacidad de valorizarse.
Destrucción de bienes materiales, de recursos naturales, de proletarios de carne y hueso: ésta es la guerra que se vislumbra en un horizonte no tan lejano: Estados Unidos ha perdido su hegemonía económica absoluta aunque mantenga la superioridad militar sobre sus rivales; Rusia, China y los países BRICS han alcanzado un desarrollo económico tal que compiten directamente con el bloque occidental en el mercado mundial, aunque todavía no hayan creado un bloque imperialista alternativo a Estados Unidos, ni hayan formado alianzas políticas y militares sólidas.
Las fricciones económicas de los últimos años, las fuerzas centrífugas dentro de los bloques, la guerra arancelaria emprendida por la administración estadounidense y los desplomes bursátiles son fenómenos que forman parte de la intensificación de la competencia mundial. En consecuencia, la fase actual se caracteriza por una rivalidad creciente incluso entre aliados tradicionales, como demuestra el manto de niebla que ha caído sobre el Atlántico y que presagia una especie de guerra fría entre Estados Unidos y los países europeos. Todos estos fenómenos están destinados a preparar el enfrentamiento entre los grandes Molochs estatales que se jugarán su hegemonía en todos los escenarios bélicos del mundo.
– No hay que sacrificar ni un céntimo ni un soldado por los intereses burgueses.
– «Derrotismo revolucionario» es nuestra consigna.
– El enemigo a batir es nuestra propia burguesía.
En esta fase sombría de los preparativos de guerra en la que se anuncian nuevas masacres masivas de obreros, los proletarios tienen la tarea de afirmar su propia defensa, la defensa de sus condiciones de vida con la lucha por el salario, por la reducción de la jornada laboral y de la explotación, para acabar con las muertes en el trabajo. No les interesa defender la economía nacional, que en medio de una crisis de sobreproducción, expulsa sin cesar a miles de trabajadores del ciclo productivo, reduciéndolos a ellos y a sus familias a la miseria, mientras que no pasa un solo día del calendario sin que se añadan nuevas víctimas al martirologio de los «héroes del trabajo».
En 1889 se proclamó una jornada mundial de lucha por la reducción de la jornada laboral. Debía caer el 1 de mayo y era una provocación directa del proletariado contra la clase burguesa. Hoy en casi todos los países el 1 de Mayo se ha convertido en una manifestación o celebración popular, perdiendo así su significado original. Peor aún, se ha convertido en un ritual de solidaridad entre las organizaciones sindicales y las instituciones estatales, en apoyo de la economía nacional. Es, en realidad, una celebración patriótica que sirve para apoyar los intereses de un país frente a otro, encajando en una política de competencia entre Estados.
«La organización de los trabajadores en sindicatos económicos se mueve dentro de los límites de la lucha por reducir la tasa de plusvalía; la ulterior organización en un partido político expresa su capacidad de fijarse como clase el objetivo de derrocar el poder de la burguesía, de suprimir el capitalismo, con la reducción radical de la cantidad de trabajo, el aumento del consumo y el bienestar general». (extraído de “Propiedad y Capital”, Ed. Iskra, nov. 1980, Sul filo del tempo nº 6)
¡Trabajadores, obreros del mundo, uníos! Se proclamaba en el Manifiesto del Partido Comunista en 1848 por K. Marx y F. Engels. No tenéis mas que vuestras cadenas para romper, vuestra lucha independiente será la lucha de la clase proletaria por una sociedad sin clases, sin mercados ni mercancía, sin explotación. Sólo la dictadura de la clase proletaria, dirigida por el futuro partido comunista internacional puede detener la barbarie de la guerra imperialista que se avecina.
Como escribiamos en 1951: «Vosotros no podéis parar, sólo la revolución proletaria puede, destruyendo vuestro poder».

(Primera Guerra Mundial. Soldados alemanes y británicos confraternizan, negándose a combatir)
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